jueves, 8 de septiembre de 2016

Renuncia de Vargas a la Presidencia de la República

A las honorables Cámaras del Senado y de Representantes reunidas en Congreso.

Conciudadanos:

Estando ya al terminarse vuestras sesiones debo, sin pérdida de tiempo, invocar vuestra justicia y vuestro patriotismo para que acordéis antes de separaros una medida tan justa como importante al bien de la patria; ésta es la aceptación de mi renuncia de la Presidencia del Estado.
Cuando al principio de vuestras presentes sesiones acepté el encargo de la primera magistratura del Estado, fue violentando mi convicción y mi conciencia, y dominando la repugnancia invencible de mi ánimo, sólo por obedecer a vuestro mandato soberano. Creí, además de mi deber, tributar al honor de tan alta confianza estos sacrificios, así como el de mi reposo y de mi vida misma si fuese necesario. Fundóse esta determinación en que tenía algunas esperanzas de poder dirigir con algún suceso, y el auxilio de una poderosa cooperación, los destinos de la patria y de que mis sacrificios no serían del todo estériles. Quise pulsar la empresa, y agotar todo recurso antes de llevar al cabo mi negativa a un llamamiento tan honorífico. Mas una meditación continua y profunda, el curso del tiempo y de los acontecimientos, han ratificado mi convicción de que no soy el ciudadano que debe dirigir las riendas del Estado en las presentes circunstancias, que
carezco del poder y de los recursos adecuados para refrenar los partidos que puedan amagar la tranquilidad pública, conservar a raya las aspiraciones inquietas, conjurar oportunamente los males que en adelante amenacen la paz pública, o sofocar con prontitud y eficacia los ya presentes en su principio.
En tal caso no puedo desoír la imperiosa voz de mi deber que me ordena no dejar comprometer intereses tan sagrados, estando como estoy convencido de mi incapacidad para conservarlos ilesos; ni dejar de evitar, si está a mi alcance, aun los pretextos para combatirlos y menoscabarlos.
En medio de las mayores angustias y en el conflicto de cargar ahora, con la nota de poca resolución para arrostrar por el temor de dejar comprometer la paz pública y las bendiciones que ésta debe seguir derramando sobre Venezuela, o de sufrir más adelante los atroces remordimientos de no haber evitado, cuanto de mí dependía, la ocurrencia de tamaños males, y que se tomase por pretexto mi continuación en un destino que mi conciencia íntima, constante y firme, me está advirtiendo que no puedo desempeñar; he elegido sin titubear el primer partido, por ser el que salva el bien de la patria.
He creído inútil repetir a vuestra penetración, las fuertes razones que con franqueza expuse a los colegios electorales y después a vosotros mismos, con el objeto de convenceros de la inconveniencia de mi persona para ocupar la primera magistratura. Básteme exponer la ratificación de su fuerza y de su justicia como resultado de mi propia experiencia, único testimonio que me faltaba consultar: las consecuencias de mi renuncia ahora son en sus efectos constitucionales las mismas que si la hubiera hecho el día ocho de febrero.
En esta virtud, honorables senadores y representantes, yo os ruego encarecidamente aceptéis mi renuncia de la Presidencia del Estado, teniendo presente que esta súplica tiene por objeto la conservación del bien público, y
por causa una conciencia decidida y firme que no puede quedar constantemente atormentada sin constituir la vida en un suplicio.

Así os lo suplica vuestro humilde conciudadano,

Caracas, 29 de abril de 1835
José Vargas.