viernes, 28 de junio de 2019

Símbolos oficiales del Estado Carabobo


Los símbolos del estado Carabobo son hasta ahora el escudo, el himno y la bandera.

El escudo: El escudo fue decretado por el presidente del estado Dr. Francisco de Sales Pérez el 1° de mayo de 1905 y aprobado por ley de la asamblea legislativa (hoy Concejo Legislativo) el 12 de diciembre del mismo año.
El escudo está dividido en 2 cuarteles en sentido vertical. El cuartel inferior está representada la sabana de Carabobo con una Columba ática apoyada en el ribete inferior del escudo que tiene grabada la fecha de la batalla de Carabobo en su base y llega a la parte superior; a los lados de la sabana están una cepa de caña y una mata de café que eran los cultivos más generalizados en esa época. En el cuartel superior se encuentra la fortaleza  de Puerto Cabello  al momento de ser tomada por los lanceros patriotas montados a caballos cruzando el mar. En la mitad del escudo se encuentra una cinta que lleva inscrita las palabras latinas occasus servitutis que significa literalmente Ocaso de la servidumbre. A los lados del escudo se encuentran proyectadas hacia arriba dos cornucopias llenas de frutos y espigas y arriba del cuartel superior se encuentra el sol naciente. 




  Himno:   el 4 de abril de 1908 mediante decreto se llama a certamen para la letras y música del himno del estado, fueron designados para el jurado de la letra los ciudadanos Dr. Francisco de Salas Pérez, Pedro Castillo y Luis Pérez Carreño, el Bachiller Félix Delfín Ortega y el Sr. Joaquín Reveron, para la música fueron, Don Martin Requena, Pbro. Jacinto Piana, Br. Aquiles Antich, Luis Socorro y Miguel Denti. Resulto ganador la letra del poeta Santiago Guinán y la música de Sebastián Díaz Peña
Fue tocado por primera vez en la plaza Bolívar de Valencia el día de su proclamación como himno del estado por el presidente de la Asamblea legislativa  Estado Carabobo el Sr. Miguel María Manzo el 5 de julio de 1908


 CORO       
Por el sol que naciendo esclarece,
Carabobo tu heroico blasón,
la altivez de tus hijos ofrece
velar por el suelo que patria nos dio.

I
Renombre son tus páginas,
segura prez tu brazo,
cadenas tu regazo,
¡magnífica región!
No esclava de la púrpura,
radiando hermosa y libre,
del pecho salga y vibre autónoma tu voz.

II
Absorta, entre relámpagos,
miró mitad del globo,
del trueno, “Carabobo”,
¡nacer la libertad¡
Allí la sien olímpica
del lauro coronada,
allí la patria alzada
sobre el heroico altar.

III
De aquella raza indómita
que dio los lidiadores,
egregios redentores,
‘oh, Tierra’, es tu valor;
regalo de la pródiga,
gentil naturaleza,
tu cielo, tu riqueza,
tus gracias y tu sol.

IV
Te prestas el ardor bélico
aliento poderoso;
la ciencia, su reposo;
la fama, su sitial;
y el laborioso músculo,
nutrido en la fatiga
las mieses de la espiga
reporta a tu heredad.

V
Libertadora cólera,
potente armó su diestra;
de la inmortal palestra
¡tú tienes el laurel¡
Inerme bajo el lábaro
de austero patriotismo,
en las luchas del civismo,
tu espada sea la ley.

VI
No más el hierro bárbaro
de la civil contienda,
ni la expiatoria ofrenda
de sangre fraternal:
Cuando tu noble espíritu
anhele, active o ame,
a consagrar te llame
el culto de la paz.



Bandera: La bandera del Estado Carabobo fue creada por Conchita Zamora Mota, la ganadora de un concurso abierto en 1995. Reformada en el 2006 aunque solo se vario en la tonalidad de los colores y el tamaño del sol y el arco
Características
  • El color púrpura es la simbolizan de la sangre que derramaron nuestros libertadores en el campo de la Batalla de Carabobo en el hecho cumbre que sello nuestra emancipación. Honor y gloria a quienes dieron todo por libertar a Venezuela y el fondo púrpura de la bandera propuesta para Carabobo perenniza a nuestra gesta libertaria.
  • La franja azul que cruza todo el fondo purpurino en sentido horizontal, representa la importancia de Carabobo como estado con acceso al mar. El mar significa para Carabobo su universalidad.
  • El sol brillante justificado a la derecha de la bandera viene a representar la luz que vence las sombras. En Carabobo fue vencido el oprobio y en su lugar surgió resplandeciente el sol: astro mayor que ilumina los pasos hacia su integral desarrollo a todos los carabobeños.
  • Dentro de la luz que representa el sol, se yergue el más grande y notable monumento de Carabobo, para conmemorar la gesta magna con que consolida la nacionalidad. El Arco de Carabobo es indivisible de la esencia del carabobeño y por ello se justifica plena y completamente su representación en su bandera.
  • La línea verde representa la inmensa capacidad de producción agrícola y pecuaria del Estado Carabobo. El verde simboliza también la enorme potencialidad ecológica de Carabobo caracterizada en sus valles occidentales, sus campiñas y montañas.


ALGUNOS GUACAREÑOS ILUSTRES


Monseñor Román Lovera

Nació en Guacara en el año de  1841, se ordenó sacerdote en la ciudad de Barquisimeto en 1864. A su regreso a la ciudad de Caracas recibió el doctorado en teología. Fue vicario de Maracay en el año de 1871 y arcediano de la catedral de caracas en 1877. Preconizado como obispo de Mérida en 1880 y consagrado en 1881, donde pasó al mitrado de Mérida, donde murió en el ejercicio de su cargo.

Don Martín José Requena

Insigne pedagogo nacido en Guacara a fines del siglo XIX, donde se inició como docente en una escuela de la localidad. Participó en la dirección del colegio San Agustín y cuando  este fue cerrado, se trasladó a valencia donde fundó un colegio con el nombre de colegio Monseñor Ibarra, como tributo a la memoria de este ilustre mitrado. Después le cambio el nombre por el de colegio requena, con el cual cosecho vasta fama y una nutrida matricula
Hombre de vasta ilustración y activas ejecutorias, instaló en su colegio una imprenta propia para editar su periódico llamado el areópago en 1906, que redactaba en combinación con sus alumnos y desde sus columnas sostuvo las más enconadas polémicas con las figuras más altas del clero venezolano, aun cuando en su colegio enseñaban religión, sus polémicas le ocasionaron que una orden telegráfica del general Cipriano Castro, presidente constitucional de la república le cerrara el colegio y luego de un tiempo para el año 1910 Requena abandonó el país radicándose en la isla de puerto rico  donde murió

José Manuel Hernández

Nacido en Guacara el 14 de julio de 1900 cultiva la poesía y las artes plásticas desde muy joven. Gana un concurso y se dedica entonces a la pintura escenográfica, realizando hermosos decorados para la recordada compañía lírica dramática de Ramón Zapata y Enrique Lozada. En su bohemia, dilapidó sus sueños, dinero y juventud y después de algunas andanzas por las Antillas, se radica en valencia, al abrigo del amor con su esposa Corina.

MONSEÑOR FRANCISCO DE IBARRA Y HERRERA



Monseñor francisco de Ibarra y Herrera
Nació en Guacara el 19 de septiembre de 1726.
 Pariente de Diego y Andrés Ibarra, sacerdote, rector de la Real y Pontificia Universidad de Caracas entre los años 1754-1758. Estudio en el Seminario de Caracas y en la Real y pontifica Universidad de Caracas donde se graduó en Doctor en Cánones en 1750.
Primer obispo de Guayana  entre 1792-1799, aunque cuando se creó la Diócesis de Guayana, habían varios obispos postulados, el rey postuló a Ibarra ante el Papa Pio VI, para ser el primer obispo de la diócesis, además, el rey contaba con personas en Venezuela que ayudaron a que Ibarra sea nombrado Obispo, entre ellos, Francisco Saavedra, Fermín de San Sinenea y el Tcnel. José Pinto Patiño, que conocían muy bien a Venezuela como también los méritos y cualidades del postulado.
Fue elevado a la dignidad episcopal en 1791 y consagrado en Puerto Rico por Francisco Lacuenta.[1]
En la universidad de caracas fue catedrático (docente) de Cánones.  En el año 1767, luego de 20 años es jubilado como catedrático y obtiene el titulo respectivo de Catedrático Jubilado.
Primer Arzobispo de Caracas 1804-1806, como sacerdote fue teniente del vicario capitular Carlos Herrera en 1752-1753.
Como obispo de Guayana le toco organizar la diócesis, la construcción de una nueva catedral, el seminario de Guayana.
Por cuestiones de salud presenta su renuncia a la silla episcopal 4 veces entre 1792-1796. Varios personeros de Caracas tanto civiles como eclesiásticas lo propones para el obispado de caracas, es por eso que el Papa Pio VI despacha bula otorgándole tal cargo y es consagrado el 1 de mayo de 1800. En 1803 el Papa Pio VII elevó la Diócesis de Caracas en Arzobispado por real Cedula de 16 de julio de 1804.recibiendo el grado de arzobispo Metropolitano, primer Venezolano con ese título.
Murió el 19 de septiembre de 1806 a los 80 años tal como el mismo lo predijo.
Por decreto del 14 de junio de 1880 el presidente de los Estados Unidos de Venezuela ordena que los restos del Monseñor Ibarra sean trasladados al Panteón Nacional. [2]


[1] Tomado de Historia de la diócesis de Guayana por el cronista de ciudad Bolívar
[2] Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar tomo II, pág. 734

LA FIESTA DE SAN IGNACIO EN GUACARA


La tradición de celebrar cada 31 de julio la festividad a San Ignacio de Loyola en Guacara, surge como consecuencia de un incidente que se presentara en el siglo diecinueve, época en la cual dependían sus habitantes de la agricultura para su sustento. En un sembradío de maíz, próximo a cosechar en las tierras cercanas al Lago de Valencia, al que los pobladores llamaban la Laguna, y en un lugar conocido como Ñaraulì, se desató un voraz incendio que dejo atónitos a los campesinos que, desesperados corrían a sacar aguas de una quebrada cercana al lugar en cuanto envase encontraban a la mano: totumas y camazas se hacían insuficientes para apagar el fuego devastador que aumentaba cada vez más debido a lo seco del maizal, acabando con el sacrificio de hombres y mujeres que por varios meses cuidaban la siembra que le generaría sus ingresos hasta la próxima cosecha.
Ramón Cacique un campesino nacido en Ñaraulì, corrió velozmente hacia el rancho que le servía de vivienda junto a su mujer y sus dos hijos, y bajó de una repisa que le servía de altar la imagen de San Ignacio de Loyola, al que anualmente, el 31 de julio los campesinos le celebraban su fiesta con rezos, oraciones, canciones y bailes al compás del cumaco, implorándole para que sus cosechas fuesen provechosas, y a cuya celebración también se sumaban los vecinos que vivían en los caseríos aledaños como Bejuquero, Tunitas, Indio Negro, La Iturricera, Cabeza e ‘Vaca y Mocundo.
Ramón con la imagen en sus manos salió del rancho en veloz carrera hasta la quebrada que atravesaba las tierras de Ñaraulì ; zambulló al Santo tres veces en sus aguas, lo tomó entre sus manos, lo apretó a su pecho desnudo y se dirigió hasta donde hacia estragos la candela, extendió con él sus brazos hacia el cielo implorándole al Señor para que el fuego no continuara arrasando el sembradío, se arrodilló, lo colocó en el suelo, y se alejó hasta donde estaban cabizbajos los demás campesinos mirando atónitos cómo se perdían sus esfuerzos de tantos años.
Inesperadamente el fuego se apagó al llegar donde Ramón había colocado la imagen de San Ignacio, la cual medía escasamente cuarenta centímetros. Corrieron todos hacia él y se sorprendieron al verla y tocarla porque aún permanecía mojada, sin que el fuego abrasador, que le llegó a dos cuartas, rodeándola totalmente no la hubiese destruido.
¡Se salvó la cosecha, es un milagro! gritaban los campesinos llenos de alegría, abrazándose unos a los otros.
Después de este acontecimiento y ahora con mucha más razón, en Ñaraulì se acrecentó la fe en San Ignacio, y sus habitantes por muchos años más continuaron celebrando las festividades venerándolo ahora con más fervor por lo acontecido cuando veían quemar sus sacrificios.
Se fue poblando Guacara y emigrando los campesinos hacia el pueblo en busca de mejor forma de vida, y San Ignacio también se vino con ellos. Prosiguieron celebrándole su fiesta religiosa debajo de un frondoso árbol de Castaño en la calle Marqués del Toro, entre la calle del ganado, hoy Negro I y la calle Páez, donde los campesinos traían desde sus conucos caña de azúcar, racimos de plátanos y cambures, mazorcas de maíz jojoto adheridos a sus tallos, los cuales enterraban en las orillas de la calle para que al levantar el santo, a las cuatro de la tarde para llevarlo en procesión hasta la iglesia, pudieran los asistentes al culto religioso, hombres y mujeres, quienes desde tempranas horas de la tarde se colocaban cerca de la planta enterrada para arrancarlas del suelo o cortar con filosos cuchillos y machetes los racimos y las mazorcas tiernas para llevarlos hasta sus hogares.
Se mantiene la tradición hasta mediados de los años cincuenta cuando emergen las primeras industrias en el pueblo de Guacara y se comienza a sentir un aire de progreso. Los campesinos son atraídos por las primeras industrias que se instalan y se van desentendiendo del trabajo en el campo y van en la búsqueda de empleo en las fábricas.
Un campesino guacareño de nombre Juan Martínez Cazorla ( Juan León ), fiel creyente en San Ignacio, dona parte del patio de su vivienda para que en el se le construya una capilla con el fin de seguir venerándolo cada 31 de julio, fecha en la cual murió en Roma, el año 1556 el fundador de la Congregación de la“ Compañía de Jesús “ lo cual se logra mediante la colaboración de muchas personas, lugar que comparte con el Cristo en la calle Girardot, donde se continúa celebrando su fiesta religiosamente, sin la presencia de campesinos como lo era antes y sin los tradicionales frutos cosechados en la tierra, ni el golpe de cumaco con sus canciones y versos salidos de las gargantas de sus seguidores.
Contribuciones provenientes de devotos hacen posible la celebración de la procesión hasta la iglesia y la misa en su honor. La fe sigue viva, pero ya no se le pide para lograr mejores cosechas en el campo, porque los sembradíos desaparecieron al igual que los caseríos donde se le veneraba, queda Mocundo y una veintena de barrios aledaños que han poblado la zona.