El mariscal sucre y los niños de la calle
Es propicia la
oportunidad que nuestro paisano, el cumanés Antonio José de sucre, fue pionero de la ingeniería militar
en Venezuela, el precursor de los derechos humanitarios internacional el
primero en dictar el 19 de agosto de 1822 en Quito, un decreto sobre aseo
urbano en américa; aplico el 9 de enero
de 1825 el principio de autodeterminación de los pueblos muy adelantado para la
época.
El libertador lo denominó
el “Abel de américa” fue la única
persona que le escribió una biografía titulada “resumen sucinto del general
sucre” después de haber realizado. Después de haber realizado exitosamente la
Batalla de Ayacucho, “Cumbre de la Gloria Americana” el 9de diciembre de 1824, recibió
instrucciones de Bolívar para trasladarse ala alto Perú hoy Bolivia, actividad
que ejecuta a finales de enero de 1825.
En esa importante región realizó
grandes obras y disposiciones muy recordadas por sus pobladores agradecidos,
dentro de sus múltiples realizaciones se pueden mencionar: la creación de la
Universidad de la Paz, la academia militar de Chuquisaca( hoy ciudad sucre,
capital Bolivia) construcción de caminos y carreteras, sacó los cementerios de
las iglesias, contrayéndolos cerca de las ciudades; incluyo el inglés, el italiana
y la astronomía en los estudios medios; creo hospicios para los indigentes,
prohíbe la mendicidad, y responsabiliza al prefecto de la ciudad por tal
cumplimiento; igualmente decretó amnistía general, libertad de cultos y de
prensa .
Fundó escuelas de
minería, rebajó los impuestos, auspició el aumento de la producción de añil y
el desarrollo textil ero para aumentar el empleo, protegió las lagunas, fundó
un periódico en La Paz, activo varios colegios de minas, reorganizó la Casa de
la Moneda, mejoro los hospitales, protegió las ruinas preincaicas de
Tiahuanaco, rectifico los planos de la Catedral de La Paz, mejoró el diseño de
la Catedral de Chuquisaca; en síntesis se esmeró en gobernar a todos, para
todos y por el bien de todos.
Una faceta poco conocida
fue la de su benignidad en la atención de los niños de la calle, huérfanos de
los valerosos soldados que ofrendaron sus vidas en aras de la emancipación.
Con la finalidad de
utilizar conventos y monasterios para alojar a los niños y niñas, le escribió al
Papa León XII, explicándole su preocupación por los menores abandonados,
solicitándole su autorización para atender y resguardar a los huérfanos; la respuesta
fue positiva acompañada de la Bendición Apostólica. A tal fin utilizó el
Convento de San Agustín para los niños y el de Santo Domingo para las Niñas,
asignándoles 5000 pesos anuales para su funcionamiento.
Los menores recibían
excelente atención referida a la alimentación uniformes, salud, formación moral
y vocacional; los varones aprendían oficios de carpintería, agricultura, y
albañilería; las niñas recibían formación de bordado, cocina, y repostería;
todos recibían Religión Dibujo, Pintura, Aritmética.
El responsable de la
coordinación, supervisión y ejecución era el director de la Enseñanza Pública.
Como hemos observado, la preocupación de Sucre por los niños de la calle lo
convierte en un verdadero apóstol de la magnanimidad y de la beneficencia,
ejemplo a seguir en beneficio del futuro del país.
El 18 de abril de 1828,
en Chuquisaca recibió un alevoso atentado por parte de sus enemigos gratuitos
que le fracturo el antebrazo derecho. Era sucre la continuación dela obra de
Bolívar, quien lo denominaba “mi otro yo”
Sin ambiciones políticas
e imposibilitadas físicamente para permanecer en la presidencia, dejo el poder
mediante en mensaje de despedida al congreso de Bolivia leído el 2 de agosto;
entre otras consideraciones decía:
“llevo la señal de la ingratitud d elos hombres en un brazo,
cuando hasta en la guerra de independencia pude salir sano… no he hecho gemir a
ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa… he
señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad.
En el terminal de mi vida
veré mis cicatrices y nunca me arrepentiré de llevarlas, cuando me recuerden
que para formar a Bolivia, preferí el
imperio de leyes a ser el verdugo o tirano, que llevará siempre una espada
pendiente sobre la cabeza de sus ciudadanos.
Tomado: Pinceladas Religiosas del general
Eumenes Fuguet Borregales