domingo, 23 de junio de 2019

SUCRE Y LOS NIÑOS DE LA CALLE


El mariscal sucre y los niños de la calle

Es propicia la oportunidad que nuestro paisano, el cumanés Antonio José de  sucre, fue pionero de la ingeniería militar en Venezuela, el precursor de los derechos humanitarios internacional el primero en dictar el 19 de agosto de 1822 en Quito, un decreto sobre aseo urbano en américa; aplico el  9 de enero de 1825 el principio de autodeterminación de los pueblos muy adelantado para la época.
El libertador lo denominó el “Abel de américa”  fue la única persona que le escribió una biografía titulada “resumen sucinto del general sucre” después de haber realizado. Después de haber realizado exitosamente la Batalla de Ayacucho, “Cumbre de la Gloria Americana”  el 9de diciembre de 1824, recibió instrucciones de Bolívar para trasladarse ala alto Perú hoy Bolivia, actividad que ejecuta a finales de enero de 1825.
En esa importante región realizó grandes obras y disposiciones muy recordadas por sus pobladores agradecidos, dentro de sus múltiples realizaciones se pueden mencionar: la creación de la Universidad de la Paz, la academia militar de Chuquisaca( hoy ciudad sucre, capital Bolivia) construcción de caminos y carreteras, sacó los cementerios de las iglesias, contrayéndolos cerca de las ciudades; incluyo el inglés, el italiana y la astronomía en los estudios medios; creo hospicios para los indigentes, prohíbe la mendicidad, y responsabiliza al prefecto de la ciudad por tal cumplimiento; igualmente decretó amnistía general, libertad de cultos y de prensa  .
Fundó escuelas de minería, rebajó los impuestos, auspició el aumento de la producción de añil y el desarrollo textil ero para aumentar el empleo, protegió las lagunas, fundó un periódico en La Paz, activo varios colegios de minas, reorganizó la Casa de la Moneda, mejoro los hospitales, protegió las ruinas preincaicas de Tiahuanaco, rectifico los planos de la Catedral de La Paz, mejoró el diseño de la Catedral de Chuquisaca; en síntesis se esmeró en gobernar a todos, para todos y por el bien de todos.
Una faceta poco conocida fue la de su benignidad en la atención de los niños de la calle, huérfanos de los valerosos soldados que ofrendaron sus vidas en aras de la emancipación.
Con la finalidad de utilizar conventos y monasterios para alojar a los niños y niñas, le escribió al Papa León XII, explicándole su preocupación por los menores abandonados, solicitándole su autorización para atender y resguardar a los huérfanos; la respuesta fue positiva acompañada de la Bendición Apostólica. A tal fin utilizó el Convento de San Agustín para los niños y el de Santo Domingo para las Niñas, asignándoles 5000 pesos anuales para su funcionamiento.
Los menores recibían excelente atención referida a la alimentación uniformes, salud, formación moral y vocacional; los varones aprendían oficios de carpintería, agricultura, y albañilería; las niñas recibían formación de bordado, cocina, y repostería; todos recibían Religión Dibujo, Pintura, Aritmética.
El responsable de la coordinación, supervisión y ejecución era el director de la Enseñanza Pública. Como hemos observado, la preocupación de Sucre por los niños de la calle lo convierte en un verdadero apóstol de la magnanimidad y de la beneficencia, ejemplo a seguir en beneficio del futuro del país.
El 18 de abril de 1828, en Chuquisaca recibió un alevoso atentado por parte de sus enemigos gratuitos que le fracturo el antebrazo derecho. Era sucre la continuación dela obra de Bolívar, quien lo denominaba “mi otro yo”
Sin ambiciones políticas e imposibilitadas físicamente para permanecer en la presidencia, dejo el poder mediante en mensaje de despedida al congreso de Bolivia leído el 2 de agosto; entre otras consideraciones decía:
“llevo la señal  de la ingratitud d elos hombres en un brazo, cuando hasta en la guerra de independencia pude salir sano… no he hecho gemir a ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa… he señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad.
En el terminal de mi vida veré mis cicatrices y nunca me arrepentiré de llevarlas, cuando me recuerden que para formar a Bolivia, preferí  el imperio de leyes a ser el verdugo o tirano, que llevará siempre una espada pendiente sobre la cabeza de sus ciudadanos.
 Tomado: Pinceladas Religiosas del general Eumenes Fuguet Borregales