domingo, 23 de junio de 2019

VALENCIA 1871


Recientemente se conmemoró la fiesta de San Bernardino para la iglesia católica, el 20 de mayo. Pero la historia de Venezuela recuerda esa fecha, no por alguna celebración al santo, sino por un hecho que estuvo a punto de cambiar radicalmente nuestro destino: El asesinato frustrado del dictador Antonio Guzmán Blanco.
Era el año de 1871; en esos días acababa de triunfar la llamada guerra federal. Guzmán Blanco había tomado el poder en Caracas luego de que su subalterno, el intrépido general Matías Salazar tomara por asalto las últimas posiciones enemigas en la capital. Al poco tiempo Guzmán nombró a Salazar el segundo al mando y jefe de la revolución en el estado Carabobo, con poderes civiles y militares que se extendían a todo el centro del país. 
¿Pero quien era Matías Salazar? Oriundo del Pao, en el actual estado Cojedes, Matías Salazar es un personaje contradictorio y extraordinario. Sin ser un hombre extremadamente culto, tampoco era un peón ascendido a general. Había desempeñado los más variados trabajos, desde maestro de escuela, escribiente de abogados, torero a destajo, asaltante de caminos, agricultor y campesino y sobre todo guerrero. Poco a poco fue ascendiendo en la guerra siempre peleando con un valor y astucia pocas veces vistas, dándole las últimas estocadas a las tropas conservadoras, primero en la batalla de Guama y finalmente en la toma de Caracas. De allí que el Gral. Salazar se había ganado el respeto y el aprecio de los liberales y particularmente del presidente Guzmán. Sus virtudes estaban acompañadas de serios defectos: era ambicioso, jugador, resentido, irresponsable e indisciplinado.
Pero una vez los liberales en el poder, Salazar no quiso conformarse con el lugar que Guzmán le había dado, mas aún, consideraba que el dictador liberal ya se había convertido en un aristócrata al ser seducido por la camarilla de la sociedad caraqueña, en la cual Salazar se sentía ajeno y hasta despreciado y comienza a distanciarse del jefe y hasta a conspirar.
Es así como el general Salazar, jefe de la revolución en la región central del país, da muestras de insubordinación, imprudencia y rebeldía en varias ocasiones, produciendo el celo y la desconfianza de Guzmán.
En esos días todavía quedaban facciones conservadoras en guerra, por lo que Guzmán, con un cuerpo de tropas se trasladó a Valencia para realizar operaciones militares; pero Matías Salazar le tenía preparado un atentado.
En una mañana a pocos días de llegar a la ciudad del Cabriales, Salazar busca a Guzmán, quien es un apasionado de los caballos, y le dice que le tiene de regalo un bello caballo, un rucio moro, y que se lo quiere mostrar, y que lo buscará para mostrárselo en la caballeriza donde se encuentra el animal, pero no es sino ya en horas del crepúsculo cuando regresa el conspirador en busca del presidente, lo que le hace entrar en las primeras dudas. Los dos hombres se dirigen al lugar establo, acompañados del Dr. Bermúdez Coussin, secretario de Guzmán, pero al llegar al sitio, un militar que allí se encuentra los hace detenerse con alguna excusa. Discretamente le dice al Dr. Bermúdez Coussin que no entren en el oscuro establo y que se vayan rápidamente porque adentro están unos sicarios listos para matar al presidente. 
Dentro de la caballeriza, escondidos entre la oscuridad, esperan un grupo de afectos a Salazar listos para matar a Guzmán y sus acompañantes tan pronto entren, pero Bermúdez Coussin toma del brazo al presidente y les dice que se vayan y que le explicará luego. Guzmán le dice a Salazar que está muy oscuro y que como él es medio cegato, no podrá ver bien a su nuevo caballo, que mejor esperen para mañana y rápidamente se montan en el coche y regresan. Una vez seguros, Bermúdez Coussin explica la trama, luego el presidente interroga al militar que ha delatado a los conspiradores y se pone alerta. A todas estas Salazar, al verse descubierto parte de Valencia con sus tropas rumbo a Tinaquillo.
Guzmán logra por medio de unos enviados que Matías Salazar regrese a su presencia en Valencia, y allí trata de disculparse y negarlo todo, pero el presidente le dice que sabe del complot, pero que como ha sido una figura importante en la revolución, no tomará acciones en su contra, que se vaya al extranjero y le da un dinero y lo hace embarcar. Desde entonces se conoció públicamente el atentado frustrado como "la noche de San Bernardino"
Antonio Guzmán Blanco se ha salvado de la muerte y gobernará al país por casi treinta años, por si mismo o por medio de títeres. Será el político fundamental de la segunda mitad del siglo XIX. Impulsará la modernización de Venezuela, creará leyes modernas, construirá edificios modernos y robará como nunca robó nadie antes. Sus obras, tanto físicas como legales y sociales todavía rigen en buena parte la vida de los venezolanos.
Mientras tanto, el camino de Salazar fue distinto. En vez de irse al extranjero, testarudamente trató varias veces de derrocar a Guzmán. Finalmente, una vez derrotado, Guzmán ordena que sea sometido a un improvisado e ilegal “Consejo de Guerra” que lo condena a la pena de muerte, que estaba proscrita de la constitución. El 17 de mayo de 1872 es fusilado por un pelotón de soldados en Taguanes a pocos minutos de Valencia. Sus restos descansan en la Catedral de Valencia. 

Fuentes;

Carrillo Moreno, José. MATIAS SALAZAR. Ed. Garrido. Caracas. 1954
Diaz Sanchez, Ramón. GUZMAN ELIPSE DE UNA AMBICION DE PODER. Edit. Edime1952
Guevara Baro, Manuel VENEZUELA EN EL TIEMPO II. Edit. CEC Caracas 2009
Rondón Márquez, R.A. GUZMAN BLANCO EL AUTOCRATA CIVILIZADOR. Imprenta García Vicente. Madrid 1952

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